Le dijo adiós a los compas y volvió.
Ahora -al igual que su hermano Mariano- se la pasa entre Monterrey y La Chona, municipio de Aramberri; siembra ajo, barbecha, limpia labores y le ayuda en las labores campesinas al que se deja; también, plática sobre la causa libertaria con amigos y campesinos o presta e intercambia películas, literatura, música. A veces, cuando baja a Monterrey, nos trae mezcal destilado a una altura de 2,000 metros sobre el nivel del mar, ajo, miel, frijol pinto, ojo de cabra y negro; trabaja unos días en la librería de viejo La Nacional, o en lo que caiga, se solidariza con alguna marcha o mitín de izquierda, reparte sus publicaciones caseras y volantes, luego regresa a la Asunción, a las montañas de sus abuelos que lo jalaron de regreso.
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