Ese día empieza con don Juventino, quien llega cargando un
morral con once cuartitos de licor de tuna y manzana (el diablo en una
botella), bebida hecha por las mujeres alquimistas de su rancho, el ejido San
Rafael, municipio de Galeana, Nuevo León. Don Juve, establece rápidamente los
términos del intercambio, de entrada nos autoriza a abrir una botellita para
que la gente pruebe el producto, luego, se pone a "ver" la música y
selecciona una compilación de los Alegres de Teherán a cuenta de la venta
futura de una botella. Nos aclara que esa antología ya nos la había comprado
junto con la de "Chulas fronteras del norte" pero ambas
desaparecieron misteriosamente de su trabajo. Antes de partir nos cuenta de los
proyectos de los compañeros kamaradas naranjita y Nahun; especialmente, de los
avances para re introducir lobos en dos ejidos de Zaragoza, Nuevo León.
La jornada se sigue con una niña Wixarika bailando cumbias
desde el mediodía hasta el anochecer, cuya hermana mayor nos invita a la fiesta
del peyote, poco después que su madre se despide diciendo: "El otro
domingo no vamos a venir, hasta mayo, porque somos jicareras y tenemos que ir a
cazar venado para las fiesta". La pequeña no sólo bailó cumbias, aunque
las prefería, se contoneaba además, con vallenatos bolivarianos de las FARC,
música de Didgeridoo y rolas del albúm Bitter Tears de Jhonny Cash.
Luego se aparece el René, un compañero y amigo de La Paz,
Baja California Sur, quien nos regala una punta de flecha del noroeste, esta
tiene forma de corazón y está engarzada en metal. Nos la otorga a manera de
disculpa porque: "No me dejaron pasar los huesos de ballena que me
encargaron, en el avión".
También regresa Ricardo Baxin, un indígena de Veracruz que
se había acercado en otra ocasión porque escuchó música de Sotavento. Ricardo
nos pasa música de su tierra que carga en el teléfono, afirma: "ahora si
traigo el cable usb para hacer la transferencia"; a cambio, nos pide que
le copiemos carpetas de sones jarochos, especialmente, los discos que tenemos
de Son de madera, plática que anda buscando unas grabaciones que su papá hizo
con este grupo ¡Y las encuentra! Después de cotorrear un rato saca la jarana y
se avienta dos tres canciones: la bamba, el chuchumbe y la indita. Desde la
primera vez que nos acompañó platicó que tenía hartas ganas de tocar sones de
su tierra pero que aquí en Monterrey no tiene con quién; ahora, simplemente no
se aguantó y tocó y cantó con gusto. Trabaja en Ciénega de Flores, en una
planta de Ternium.
Regresan también Daniel y Azeneth, una pareja de músicos
nómadas urbanos y afrosoneros, alumnos de uno de los más grandes maestros
africanos de percusiones. Ellos son parte de la banda Chimalli Yanga, cuyo
segunda palabra es el nombre de un esclavo negro descendiente de un rey
africano, que se rebeló contra la esclavitud; este cimarrón nunca pudo ser
derrotado ni apresado por la corona española por lo que finalmente fue
indultado y se le otorgó un señorío que todavía lleva su nombre: Yanga,
Verazruz. Estos camaradas nos prestan el documental "Los otros
californios" y se avientan un palomazo en el que conocemos la rola Luna
negra@, que dice: "pero con la fe segura/y anunciándole al destino/que es
el hombre campesino/nuestra esperanza futura...". Con está música en vivo
y a todo calor la niña Wixarika sigue bailando.
Arriba, además, una nativa de Cajeme, Sonora, quien pasa con
una parvada de costeños norteños, criados entre el desierto y el mar, mujer que
ve y comenta las antologías musicales de "los muertos que cantan"
(Los Alteños de la sierra). Esta vecina del Pacífico Norte se lleva la novela
"El circo que se perdió en el desierto de Sonora", un disco de la
Coyota con música reggae del desierto de Altar y Ska de Houston, aparte del
volumen dos de "Acordeoneros del sertao brasileño".
A media tarde se aparece una pareja grande y risueña que se
puso a ver la música y ante una compilación titulada "Ayu Gada"
dijeron: "Esto es música congoleña"; posteriormente, cuando les
mostramos nuestra antología de música santera, preguntaron: "¿Tienes
música de Palo?" a lo que les respondimos: "No tenemos para nosotros,
mucho menos para vender o cambiar; aquí, unos clientes santeros nos explicaron
qué es la religión del palo mayombe y quedaron en traernos música de lo mismo
pero no nos han pasado nada". Ante esta última aclaración abrieron más los
ojos y gesticularon como si exclamaran "¡ohh, por Chango!" Luego se
carcajearon, exclamando: "Paleros farsantes, de cuando acá lo que es de
las religiones de los pueblos no se puede compartir ¡pues si para eso es! para
el gozo y conocimiento de la gente!" Mientras gesticulaban y reían seguían
checando el apartado de música y compraron un disco con música afrricana de
África y de Veracruz, no sin antes darnos algunas palabras claves para que
buscaramos y bajaramos música de palo mayombe en Youtube.
Finalmente, ya a la hora del crepúsculo, llega una mujer y
se planta frente a la mesa, preguntando: "¿No saben dónde están los de la
Kooperativa Rayenari?" A lo que respondo: Allí te hablan Nydia. Esta joven
nos cuenta que llegó a nosotros porque vio nuestra página de internet y leyó el
mensaje de que estamos en este espacio los domingos. Dice que le interesa
platicar y estar en contacto. Afirma que es de aquí pero vive y trabaja en
Oaxaca cuestiones culturales, indígenas y de defensa de la tierra; le
contestamos que nosotros también estamos trabajando allá. Coincidimos en que
trabajamos en Mesoamérica porque Oaxaca es un gran laboratorio pero nuestro
interés central es el territorio norte, que queremos aprender del sur pero para
potenciar cosas acá. Ella y nosotros nos emocionamos con las coincidencias e intereses
y le decimos que la invitamos a la casa un día de éstos, pero responde que
regresan a Oaxaca mañana lunes. Le insistimos que entonces vayan a cenar
después de que nos retiremos del Callejón. Contesta: "le voy a decir a mi
novio, porque está pintando por aquí cerca"; le preguntamos quién es su
novio y contesta: Sanez, de los de la EFE y entonces nos volvemos a prender, le
decimos que admiramos el trabajo de su colectivo, que hemos realizado una
investigación sobre el graffiti local, etc. etc. y eternamente etcétera. Lo que
a ella también le entusiasma. Volverá más tarde con Sanez, Fer Ayala y Ganja,
luego iremos a cenar a la casa y tendremos una plática inolvidable que
reseñaremos en otra ocasión, pero de la que recordamos las siguientes palabras de
Sanez, a propósito de sus vivencias en el graffiti regiomontano y su trabajo en
Oaxaca: "Somos propensos a querer explicar todo, a interpretarlo, a
descifrarlo… Pero hay momentos en que es bueno aprender a suspender el juicio
sobre ciertas cosas porque no sabemos realmente su significado; por ejemplo,
aunque conozcamos un símbolo, o la comunidad que lo produce nos reciba y revele
sus secretos, muchas veces vamos a quedar igual, o peor. Debemos reconocer que
a veces no podemos interpretar ni deducir, aunque queramos o creamos hacerlo.”
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