miércoles, 13 de febrero de 2013

Recordando el domingo 13 de enero del 2013 en el Callejón Cultural del Barrio Antiguo


Ese día empieza con don Juventino, quien llega cargando un morral con once cuartitos de licor de tuna y manzana (el diablo en una botella), bebida hecha por las mujeres alquimistas de su rancho, el ejido San Rafael, municipio de Galeana, Nuevo León. Don Juve, establece rápidamente los términos del intercambio, de entrada nos autoriza a abrir una botellita para que la gente pruebe el producto, luego, se pone a "ver" la música y selecciona una compilación de los Alegres de Teherán a cuenta de la venta futura de una botella. Nos aclara que esa antología ya nos la había comprado junto con la de "Chulas fronteras del norte" pero ambas desaparecieron misteriosamente de su trabajo. Antes de partir nos cuenta de los proyectos de los compañeros kamaradas naranjita y Nahun; especialmente, de los avances para re introducir lobos en dos ejidos de Zaragoza, Nuevo León.

La jornada se sigue con una niña Wixarika bailando cumbias desde el mediodía hasta el anochecer, cuya hermana mayor nos invita a la fiesta del peyote, poco después que su madre se despide diciendo: "El otro domingo no vamos a venir, hasta mayo, porque somos jicareras y tenemos que ir a cazar venado para las fiesta". La pequeña no sólo bailó cumbias, aunque las prefería, se contoneaba además, con vallenatos bolivarianos de las FARC, música de Didgeridoo y rolas del albúm Bitter Tears de Jhonny Cash.

Luego se aparece el René, un compañero y amigo de La Paz, Baja California Sur, quien nos regala una punta de flecha del noroeste, esta tiene forma de corazón y está engarzada en metal. Nos la otorga a manera de disculpa porque: "No me dejaron pasar los huesos de ballena que me encargaron, en el avión".

También regresa Ricardo Baxin, un indígena de Veracruz que se había acercado en otra ocasión porque escuchó música de Sotavento. Ricardo nos pasa música de su tierra que carga en el teléfono, afirma: "ahora si traigo el cable usb para hacer la transferencia"; a cambio, nos pide que le copiemos carpetas de sones jarochos, especialmente, los discos que tenemos de Son de madera, plática que anda buscando unas grabaciones que su papá hizo con este grupo ¡Y las encuentra! Después de cotorrear un rato saca la jarana y se avienta dos tres canciones: la bamba, el chuchumbe y la indita. Desde la primera vez que nos acompañó platicó que tenía hartas ganas de tocar sones de su tierra pero que aquí en Monterrey no tiene con quién; ahora, simplemente no se aguantó y tocó y cantó con gusto. Trabaja en Ciénega de Flores, en una planta de Ternium.

Regresan también Daniel y Azeneth, una pareja de músicos nómadas urbanos y afrosoneros, alumnos de uno de los más grandes maestros africanos de percusiones. Ellos son parte de la banda Chimalli Yanga, cuyo segunda palabra es el nombre de un esclavo negro descendiente de un rey africano, que se rebeló contra la esclavitud; este cimarrón nunca pudo ser derrotado ni apresado por la corona española por lo que finalmente fue indultado y se le otorgó un señorío que todavía lleva su nombre: Yanga, Verazruz. Estos camaradas nos prestan el documental "Los otros californios" y se avientan un palomazo en el que conocemos la rola Luna negra@, que dice: "pero con la fe segura/y anunciándole al destino/que es el hombre campesino/nuestra esperanza futura...". Con está música en vivo y a todo calor la niña Wixarika sigue bailando.

Arriba, además, una nativa de Cajeme, Sonora, quien pasa con una parvada de costeños norteños, criados entre el desierto y el mar, mujer que ve y comenta las antologías musicales de "los muertos que cantan" (Los Alteños de la sierra). Esta vecina del Pacífico Norte se lleva la novela "El circo que se perdió en el desierto de Sonora", un disco de la Coyota con música reggae del desierto de Altar y Ska de Houston, aparte del volumen dos de "Acordeoneros del sertao brasileño".

El único altercado del día es con un viejo fotógrafo de Chihuahua, a quien le insistimos en el pago o devolución de un domino de palo fierro (producto de territorio y manufactura koncaac) que le soltamos dos meses atrás; indignado y ofendido nos gritó, como para que todo el mundo lo oyera: "No me humilles delante de mis amigos y no vuelves a contar conmigo para nada, oístes"; esta fue su sentencia de muerte, ahora estamos muertos en vida pero recuperamos la madera del noroeste que -sin querer queriendo- nos quería hacer de agua.

A media tarde se aparece una pareja grande y risueña que se puso a ver la música y ante una compilación titulada "Ayu Gada" dijeron: "Esto es música congoleña"; posteriormente, cuando les mostramos nuestra antología de música santera, preguntaron: "¿Tienes música de Palo?" a lo que les respondimos: "No tenemos para nosotros, mucho menos para vender o cambiar; aquí, unos clientes santeros nos explicaron qué es la religión del palo mayombe y quedaron en traernos música de lo mismo pero no nos han pasado nada". Ante esta última aclaración abrieron más los ojos y gesticularon como si exclamaran "¡ohh, por Chango!" Luego se carcajearon, exclamando: "Paleros farsantes, de cuando acá lo que es de las religiones de los pueblos no se puede compartir ¡pues si para eso es! para el gozo y conocimiento de la gente!" Mientras gesticulaban y reían seguían checando el apartado de música y compraron un disco con música afrricana de África y de Veracruz, no sin antes darnos algunas palabras claves para que buscaramos y bajaramos música de palo mayombe en Youtube.

Finalmente, ya a la hora del crepúsculo, llega una mujer y se planta frente a la mesa, preguntando: "¿No saben dónde están los de la Kooperativa Rayenari?" A lo que respondo: Allí te hablan Nydia. Esta joven nos cuenta que llegó a nosotros porque vio nuestra página de internet y leyó el mensaje de que estamos en este espacio los domingos. Dice que le interesa platicar y estar en contacto. Afirma que es de aquí pero vive y trabaja en Oaxaca cuestiones culturales, indígenas y de defensa de la tierra; le contestamos que nosotros también estamos trabajando allá. Coincidimos en que trabajamos en Mesoamérica porque Oaxaca es un gran laboratorio pero nuestro interés central es el territorio norte, que queremos aprender del sur pero para potenciar cosas acá. Ella y nosotros nos emocionamos con las coincidencias e intereses y le decimos que la invitamos a la casa un día de éstos, pero responde que regresan a Oaxaca mañana lunes. Le insistimos que entonces vayan a cenar después de que nos retiremos del Callejón. Contesta: "le voy a decir a mi novio, porque está pintando por aquí cerca"; le preguntamos quién es su novio y contesta: Sanez, de los de la EFE y entonces nos volvemos a prender, le decimos que admiramos el trabajo de su colectivo, que hemos realizado una investigación sobre el graffiti local, etc. etc. y eternamente etcétera. Lo que a ella también le entusiasma. Volverá más tarde con Sanez, Fer Ayala y Ganja, luego iremos a cenar a la casa y tendremos una plática inolvidable que reseñaremos en otra ocasión, pero de la que recordamos las siguientes palabras de Sanez, a propósito de sus vivencias en el graffiti regiomontano y su trabajo en Oaxaca: "Somos propensos a querer explicar todo, a interpretarlo, a descifrarlo… Pero hay momentos en que es bueno aprender a suspender el juicio sobre ciertas cosas porque no sabemos realmente su significado; por ejemplo, aunque conozcamos un símbolo, o la comunidad que lo produce nos reciba y revele sus secretos, muchas veces vamos a quedar igual, o peor. Debemos reconocer que a veces no podemos interpretar ni deducir, aunque queramos o creamos hacerlo.”

 

 







 

No hay comentarios:

Publicar un comentario